TALLER DE LITERATURA
Rodolfo
Falchetti es otro de los integrantes del Taller de Literatura del
Centro Cultural Osvaldo Pugliese.
Lo
que sigue es un hermoso cuento relato con diálogo…
escrito en octubre del presente año.
SOLO
CON PALABRAS
Por
Rodolfo Falchetti especial para Villa Crespo Digital
27
de diciembre del 2013
Manejé
sin rumbo fijo llegando al Parque Patricios. No lo veía desde
mi adolescencia cuando lo visité por primera vez viniendo
desde mi pueblo, con el sueño de ser un escritor importante
de los que mueven a la gente con sus frases. Solo era ingenioso
para intrascendencias con éxito comercial.
Decidí
bajarme y caminar entre los árboles. La llovizna de ese día
triste se convirtió en diluvio. Refugiado en un viejo quiosco
de diarios y revistas donde las chapas del techo armaban su música
tan especial con la lluvia, observé al dueño.
Un hombre anciano que en su juventud debía haber sido poderoso.
Las anchas espaldas encorvadas, el pelo blanco no me engañaron.
Sus ojos tenían un brillo metálico y una chispa juvenil.
-Mal
tiempo para todo, me dijo mientras me alcanzaba, sin consultarme,
un mate cebado en un jarro de metal.
-Gracias, me hacía falta especialmente en este momento.
-Perdone, no quiero entrometerme, pero me pareció algo caído
de ánimo.
-No se equivoca. Hoy a mediodía murió mi amor. No
puedo expresar el dolor que tengo ni dejar de pensar en lo que sigue.
-Solo hablando de ello con alguien de buen oído se puede
aliviar. Acá estoy, tengo otro banquito. La verdad tenía
ganas de hablar con alguien distinto.
-Usted sí que es especial. Seguro que lee mucho, si hasta
se me hace que escribe.
-Así es pero nunca logré hacer algo de valor. En cambio
reconozco que sé distinguir un buen libro. Pero por lo que
me dijo presiento que usted también anda en las letras.
-Sí. Solo publicidad banal y algún artículo
en revistas del espectáculo. Nada de valor.
-Vamos
a tomarnos unos mates más. No me gusta tomar solo. Creo que
está hecho para compartir junto con las palabras.
-Yo hago historias de ficción. Los personajes son siempre
como somos los humanos algo impredecibles. Cuando me preguntan que
quieren decir realmente o que piensan les respondo que no me es
posible agregar algo más a lo que he escrito. Ellos se quedan
allí. En sus dudas. Entonces me miran desconformes como a
un mistificador. Es inútil que trate de explicarles que algunas
realidades sólo pueden expresarse con símbolos inexplicables,
como el que sueña no comprende que significan sus pesadillas.
Hoy me cansé cuando me preguntaron por qué Juan se
había suicidado en un cuento de tres años atrás.
Ese es el amor que murió, el que tenía por las letras.
-Ya es un día perdido para la venta. ¿Por qué
no nos vamos a charlar un rato al café? Tal vez pueda contarle
mi historia para que le sirva de consuelo.
Me
la contó. Había sido el dueño de una importante
editorial pero descuidó sus funciones por la literatura,
le llegó la ruina económica, la disgregación
de la familia.
Tenía
algo que leerme que a él lo ayudo a sobrevivir. Era un poema
de Marechal en el cual pienso que hablaba de la Vida y termina así:
Con
todas tus palabras, hilandera,
Has de hacer un gran ramo
Para el amor que ha muerto.
Para el amor que ha muerto a mediodía.
Llevándote a ti, Vida.
Este
último verso lo agregué yo.
Desde
entonces seguimos viéndonos para leernos lo que escribimos
solo para nosotros.
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